El hombre, testigo y parte de la historia, tiene tras de s? un legado que mantener conservar: aquel que un d?a, fruto de los avances de la t?cnica se convirti? en un espacio industrializado donde la fuerza del asno fue sustituida por la velocidad de los caballos de vapor. Obsoletos en una trepidante sociedad, aquellos restos industriales impregnados todav?a por el olor a carb?n y melaza, permanecen hoy en silencio, presos del olvido de quienes un d?a le dieron su fuerza motriz. F?bricas, puentes o molinos que, aun reconocidos por los cauces legales como dignos de conservaci?n, est?n todav?a lejos de alcanzar el valor social que le d? visibilidad y les devuelva de nuevo al presente, lugar al que siempre han pertenecido como testimonios de nuestra historia.