'A veces se siente atrapado por una nostalgia anticipada de su tierra. En el lugar m?s hermoso de la RDA, lleva una vida de lo m?s c?moda, el dinero le alcanza, puede nadar cuando le apetece, navegar, leer, caminar o ligar con una chica. En el oeste nunca lo tendr? tan bien como aqu?. Nunca. ?Por qu? estar al acecho de un viento apropiado que permita la huida del para?so? ?Por qu? jugarse la vida si no hay nada m?s hermoso? No le falta nada, excepto el resto del mundo. Nada, excepto un objetivo, Italia. Nada, excepto el segundo objetivo, regresar de Italia a Hiddensee y a Rostock y a Dresde y poder decir a sus amigos: "Ey, ya estoy aqu?, de vuelta de Siracusa".' En el verano de 1988, Paul Gompitz, camarero de Rostock, zarp? con su velero hacia Dinamarca dejando atr?s Hiddensee, isla norte?a de la por entonces Rep?blica Democr?tica Alemana. Hab?a esperado una noche propicia y unos vientos favorables para franquear por mar la frontera de la RDA y alcanzar las costas occidentales como hicieron otros muchos antes de ?l. Sin embargo, el caso del camarero de Rostock goz? de cierta repercusi?n en la prensa occi