Hay un gesto de amar sobre un hilo,a conciencia, lo que nos destruye. De ir, a sabiendas, hacia el da?o, hacia nuestra capacidad de inflingirnos e infligir da?o. De hacer todo aquello de lo que intenta alejarnos el sentido com?n y el psicoan?lisis. Podr?amos llamarlo ?pulsi?n fan?tica?, ?conducta autodestructiva?, ?masoquismo??pero no es exactamente eso. O es eso y algo m?s. Es tambi?n un acto de soberan?a. Una pasi?n, que es por definici?n inevitable. Un ?mal? amor. Un v?rtigo. El v?rtigo no es miedo a caer, es el deseo de hacerlo. En ese gesto se pone todo, como quien apuesta al pleno en el casino. No hay ligereza ni frivolidad, tampoco levedad, esa cualidad a veces tan necesaria. No hay culpa ni redenci?n. No hay noci?n de l?mite. Sobre todo, no se puede parar. Es como una adicci?n. Pagamos por la droga, lo que sea. Hay humillaci?n, p?rdida de la dignidad, degradaci?n, pero no hay dobleces, segundas intenciones ni mezquindades. El conductor suicida sabe que en su pasi?n-fetiche se le va la vida. Es un gesto que, literalmente, no tiene precio, porque dar?amos lo que fuera por ejecutarlo y lo